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Licorice pizza o la edad de la inocencia.

Puntuación 9/10  Vengo de ver Licorice Pizza de Paul Thomas Anderson. Pizza de regaliz por lo visto es una manera de llamar a los discos de vinilo, algo que yo no sabía. Me ha gustado mucho, me parece que a pesar de  lo mucho que se habla de amor en el cine pocas veces se habla bien de lo que es el amor, a menudo un desatino de impulsos y falta de reciprocidades, una especie de orquesta asinfónica. Pero  tampoco solemos ver personajes con granos e imperfecciones. Y los protagonistas de Liquorice Pizza no cumplen con los estrictos cánones a los que tenemos la mirada acostumbrada. La película me conquistó de inmediato,  en parte por la banda sonora, abre con una canción de Nina Simone que no conocía (July Tree) , y eso ya es conseguir sorprenderme. Además, pese a que torcí el morro cuando vi que usaban Life on Mars en el anuncio de la peli, creo que es una de las pocas veces que se usa Life on Mars con mucho más sentido en su contexto social histórico que no colgándola cada vez que hay u

Attachment theories




1979 de los Smashing Pumpkins siempre me hace feliz, la he empezado a utilizar para paliar la ansiedad que sufro en los aviones desde aquel vuelo con mi primer bebé un 13 de Septiembre tras el ataque a las Torres gemelas, yo estaba a miles de kilómetros de aquello, pero no de la maldad humana y la imposibilidad de proteger a mi bebé de ella, desde entonces una de mis cosas favoritas, volar, se ha convertido en una verdadera angustia, en la que más de una vez he agarrado la mano de múltiples desconocidos en un mar de lagrimas mientras hiperventilaba.
 

Hoy hiperventilo en la ducha y la canción 1979, consigue lo que la mano del desconocido, hoy hiperventilo en casa, porque me asaltan pensamientos sobre mi padre pederasta y que por más que lo intente se proyectan en mi cerebro contra mi voluntad como en La Naranja Mecánica. 

Lloro mientras me ducho pidiendo a un dios en el que no creo que no haya cambios en la temperatura por el trauma con las duchas de agua fría que el tipo nos daba de pequeños. Hipervigilante por si mi marido llama a la puerta ya que esto es otro detonador. El tipo siempre aporreaba la puerta mientras me duchaba, entraba al baño y me humillaba de niña, increpándome, acusándome de gastar mucho jabón o ser una débil por usar agua caliente. Forzándome al agua fría, desde entonces si siento el agua fría, pierdo la respiración y me vuelvo como Dustin Hoffman en Rainman, y el resto del día se convierte en un desastre emocional. 

Hoy, a mis 46 años, mientras medio cerebro se siente culpable por ver a mi marido teniendo que lidiar conmigo y el otro medio anda disparado reviviendo cosas asquerosas como la violación  grupal en aquel cuarto a oscuras con la boca enterrada hasta la asfixia en los abrigos de quienes se divertían ignorantes en una fiesta, estoy en una ducha, debería sentirme segura, hace 25 años que no sé nada de mis violadores, llevo años de terapia y el tipo que fue mi padre está muerto, pero ahora en la pandemia descubrí que abusó de personas a las que quiero siendo niños, y que le gustaban los niños y los hombres y ahora mi cerebro en bucle me pregunta insistentemente ¿por qué te quería siempre con el pelo corto? ¿porque insistía en que tuvieras el pelo corto? No quiero contestarme, no quiero pensarlo, pienso en hacerme extensiones o comprar una peluca. Intento racionalizar, no sé quizá quiera experimentar con el dolor propio porque el de otros se me hace intolerable. 

En mi playlist suena Sara de Fleetwood Mac empieza a sonar y dejo de llorar para poder escucharla, por suerte me lleva a mis años de libertad tras el horror, mi cerebro construye ahora recuerdos mezclados con cosas que ocurrieron pero no simultáneamente. Tu y yo fumando Gauloises hasta el amanecer, con tu petate de marinero extraviado aún sin deshacer hablando de todo y de nada mientras Pablo nos ignoraba durmiendo. Y ese recuerdo rebaja mis pulsaciones y me llena de todo lo contrario a la basura que mi cerebro pretende desenterrar hoy. Me calmo mientras me aferro a ese recuerdo y a mil conversaciones, agarrarme de tu mano y caminar sin rumbo. Entonces pienso en el poema de Cortázar, “Hablen, tienen tres minutos”, pero mi cabeza lo mezcla con “Una carta de amor” también de Cortázar,  “porque todo lo que de ti quisiera en el fondo es tan poco…”

Y me incomoda ver como cualquier interacción se pringa de malos ententendidos y romanticismos de opereta, y pienso entonces que soy un pato que sigue a un zorro porque aprendió a seguirle al salir de su cascarón, creyéndole su igual. Me pasó con mis hermanos y me pasa contigo, hay una orfandad desesperada que no quiere nada más que una referencia en su mapa mal trazado. Pero tampoco es eso, no quiero ni necesito estar contigo, pero necesito con desesperación, saber que estás porque el espanto me deja ciega y muda y a veces me pierdo. 

Suena ahora Northern Sky and it makes sense, pero Drake también habla de amor, y esto no tiene nada que ver con aquello de lo que normalmente se rellena la palabra amor. O quizá lo es en extremos poco explorados. Pero no te quiero en lo convencional de lo que es quererse, no te quiero para mi, te quiero por ti, ahora por fin lo sé, no quiero nada, ni siquiera la amistad que tampoco es esto, te creí espejo pero acabo de entender en la ducha oyendo a Fleetwood Mac que en realidad eres uno de varios cofres de seguridad en los que deposité pequeños fragmentos de la esperanza y confianza en mi y en otros que me rompieron en mil pedazos. Sólo eso, todo eso. Eres en mi vida tan esencial como el amanecer aunque lo único que quiera sea la normalidad del resto del día Quizá escriba un cuento por si se me olvidara todo esto. 




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