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Cruella o el por qué de la maldad femenina.
Puntuación: 8/10
Al acabar el confinamiento pese a lo que pensábamos al principio cuando creíamos que esta experiencia nos cambiaría la vida para bien, a mí ya solo me quedaba hastío, fatiga pandémica, demasiados kilos de más y problemas locomotrices. Así que pese a las aspiraciones y promesas de ser alguien mejor al salir de esta (yo que aún no he salido y tengo a un hijo con COVID) considero que salgo peor, agotada y a un mundo un poco más ensimismado y frío. Y por ello o no, como único objetivo vital tenía el volver al cine cuanto antes.
Compré entradas con las que sorprender a mi marido para la primera sesión disponible de Nomadland, una matinée, que me recordó a la última matinée a la que fui. Oh dios, Trainspotting en Noting Hill (insertar cara de Macaulay Culkin en Home Alone).
El día anterior a mi ansiado evento anunciaron en Escocia un último e inesperado confinamiento, pedí la devolución de mis entradas y así fue como la semana siguiente buscando entretener a mi desesperada hija de diez años, me encontré viendo Cruella con ella y mi marido, y por tanto esa fue mi película de reinicio de una vida aparcada, en un sitio distinto, pero una donde los cines en centros comerciales son exactamente igual de horribles que todos los cines de centros comerciales, con ese aire apocalíptico tan atemporal intensificado aquí con gaviotas y mal tiempo.
Más allá del sufrimiento estético que me generan los centros comerciales así como la electricidad estática que sufre en todos ellos, digamos que fui a ver Cruella con el adultocentrismo prepotente con el que se suele ir a estas cosas. Escuchaba a mi propia voz en off de vuelta de todo: "Yo que crecí viendo los 101 dálmatas, que los rebobinaba y aceleraba en mi Cinexin una y otra vez". Allí estaba arrastrándome con las expectativas caídas y a punto de exponerme a una precuela (¡Qué ganas de escribir Pre Cruella!) imaginada con actores para que el gigante Disney pueda seguir produciendo e inventando para unos espectadores expectantes con déficit de atención cinematográfica.
Para mi sorpresa después de ese preludio, mis defensas cayeron rápidamente al ver que Cruella está ambientada en Londres, la ciudad que fue mi casa los últimos 25 años, admito que por ello y flojera emocional me conquistó en pleno duelo por mi mudanza. Pero aún así procuraré ser crítica.
Cruella vista sin ningún apego por los 101 Dálmatas es una película divertida y entretenida, interpretada maravillosamente por Emma Stone. Es más se agradece que lo edulcorado de la novela de 1956 llevado a la animación en el 1961 y que se replico de manera poco creíble en la película del 1996, se vuelva ahora mucho más acido, es como si nos diera la oportunidad de venganza a quienes de pequeñas nos saturamos de todo lo dulce que vimos en las pantallas.
Y si ver a los personajes menos edulcorados se agradece, contemplar a un personaje femenino desarrollando aspectos moralmente condenables o repudiables, es algo muy necesario y un síntoma de progreso.
Mujeres malas ¿un progreso?
Sí, absolutamente, sí. Ya que ahora andamos en una primera consideración "feminista" al incluir por fin a las mujeres suprimidas constantemente en las películas, las mujeres no se añaden a las películas, las mujeres hasta ahora se suprimían (es un equívoco pedir #másmujeres en el cine, porque en realidad lo que pedimos es una representación normal de la realidad, más del 50% de la población somos mujeres. Las películas sin nosotras son un absurdo machista más). Como decía, lo que debería ocurrir en la progresión "natural" es que esas mujeres ahora por fin representadas, sean además personajes con cierta consistencia y complejidad. La primera “inclusión” de grupos sometidos, olvidados, oprimidos que se suele hacer, es siempre desde el estereotipo simplón, y esa no vale, no hay más que ver la representación racista históricamente en el cine para observar con horror como se han ido incluyendo a los personajes negros en las películas para entender de lo que hablo, primero de criados, luego de maleantes, esclavos...
Poder ver la maldad de las niñas y mujeres más allá de cualquier estereotipo es un síntoma de salud en una sociedad machista para quienes esperamos su pronta recuperación. Es decir a las mujeres en tanto que personas se nos debe representar en la complejidad que todo ser humano entraña y no como florero, objeto violable, madre o a lo sumo envenedadora perfida o lo más común últimamente emulación de los sempiternos personajes masculinos (véase Black Widow o Killing Eve o Oceans 8 o...).
Pero además Cruella incluye lo que se ha llamado la travesía del héroe, esa que Jillian Soloway nos recuerda como esencial para desarrollar la mirada femenina en la narración cinematográfica.
Y además cuenta con otro personaje femenino intrínsecamente malo, interpretado por Emma Thompson a quien pocas veces hemos visto en un rol villano.
¡Pero! Y atención porque esto además de una crítica es un semi-destripe si no la has visto, Disney nos vuelve a desilusionar a más de una, perpetuando su extraña tradición de deshacerse de las madres de una manera u otra en todas sus películas.
Emma Stone es una perfecta y carismática mutación física de la que podría haber sido o llegar a ser la Cruella animada. Me atrevería a decir que incluso mejor que la magnífica Glenn Close en su día. Emma Stone nos hace creer que Cruella existió y se convirtió en dibujo animado y no al revés.
Se agradece también que se hable de la competición entre mujeres, nuestra capacidad de liderazgo y creatividad sin recurrir a la figura de la arpía sino a la ambición tantas veces mutilada y criticada en nosotras, y verla aquí en la dicotomía de la admiración que también puede darse en esa competición. La evidente inspiración en Vivianne Westwood para alguien de mi edad cuya hija no para de crear modelos, cortar y coser, nos habla a las dos de manera inteligente y por ello, se convierte en un oasis en medio del aburrido panorama especular en el que lo que prima es el cine macho ahora también con tetas (excusen lo soez).
Esteticamente no decepciona, y a mi pequeña Coco Chanel la sumergió aún más en la creación de vestidos imposibles, culminando con el vestido del camión de basura, epítome del reciclaje, el glamour y la venganza creativa.
Mi veredicto es que para familias como la mía que por lo general o se abstraen o irritan durante horrores infantiles que desde Shrek no hacen más que querer congraciarse con el público adulto olvidando a los pequeños, Cruella se sale suficientemente de lo que acostumbramos para sentirnos agradecidas e inspiradas a creer que nuestras niñas encontraran otras fantasias que si bien no sean las suyas no las trataran de tontas. Tiene la consistencia necesaria como para no depender del clásico animado y ser una historia por sí misma. Y ese punk que tanto echo de menos en estos tiempos de anestesia general.
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